Hace unos días compartíamos la historia del violinista Joshua Bell en la estación de metro de Washington. En su momento reflexionamos acerca de la importancia de aprender a administrar nuestro tiempo de forma tal de sentirnos dueños de él y no sus esclavos. La investigación publicada en el Washington Post por Gene Weingarte sacaba también otras conclusiones muy interesantes a las que quisiera referirme.
Esa mañana en el metro Joshua Bell recibió USD32, ningún aplauso y ningún tipo de reconocimiento. Nadie (en realidad tengo entendido que una sola persona) descubrió quién era, ni qué estaba tocando. Tampoco que el violín que hacía sonar valía 3,5 millones de dólares.
Días antes de tocar en la estación de metro, Joshua Bell se había presentado en un teatro de Boston, donde el costo promedio de asiento era de USD100. Las entradas estaban agotadas.
¿Qué es lo que nos dice esta marcada diferencia? ¿Porqué unos están dispuestos a invertir USD100 y quienes tienen la oportunidad de escuchar gratuitamente casi el mismo concierto no reconocen esa oportunidad? Sigue leyendo