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Cuenta bancaria emocional

Todos sabemos lo que es una cuenta bancaria. En ella efectuamos depósitos y constituimos una reserva de la que podemos exigir reintegros cuando lo necesitamos. Stephen Covey nos presenta el concepto de cuenta bancaria emocional. Es una metáfora de la confianza incorporada a una relación; es el sentimiento de seguridad que tenemos respecto de otro. Si realizo depósitos en una cuenta bancaria emocional de alguien mediante la cortesía, la bondad, la honestidad, y mantengo mi compromiso, yo constituyo una reserva en esa cuenta. La confianza que el otro tiene en mí, crece. Cuando me equivoque en algún aspecto con esa relación, esta reserva emocional compensará la diferencia. Cuando la cuenta de confianza es alta, la comunicación es fácil y efectiva.

Pero si tengo la costumbre de mostrarme descortés e irrespetuoso, de interrumpir, de exteriorizar reacciones desmesuradas, de ignorar al otro, de comportarme con arbitrariedad, de traicionar su confianza, finalmente mi cuenta bancaria emocional quedará al descubierto. El nivel de confianza será muy bajo. ¿Qué flexibilidad puedo esperar? Ninguna. Estoy paseando por un campo minado.

Nuestras relaciones más constantes requieren los depósitos más constantes. ¿Cómo lograrlo? Construir y reparar las relaciones lleva tiempo; supone una inversión a largo plazo. Para construir una cuenta bancaria emocional fuerte, podemos realizar los siguientes depósitos:

– Comprender: procurar entender a la otra persona. No sabemos en qué consiste un «depósito» hasta que no comprendemos al otro. Lo que para nosotros puede ser un depósito (una llamada telefónica, un paseo, una visita sorpresa, trabajar juntos en un proyecto) no siempre es percibido como tal por los otros.

– Prestar atención a las pequeñas cosas: los pequeños detalles y atenciones son importantes. Las pequeñas asperezas, faltas de respeto, suponen retiros importantes.

– Mantener los compromisos: mantener una promesa es un depósito de suma importancia; romperlas representa un importantísimo reintegro.

– Aclarar las expectativas: las expectativas poco claras también erosionan la comunicación y la confianza; provocan incomprensiones, decepciones y retiros de confianza. El depósito consiste en comenzar aclarando y explicitando las expectativas en relación a roles, objetivos y a cómo se comunica uno con otro, etc. Esto supone una inversión real de tiempo y esfuerzo al principio, pero el ahorro de grandes cantidades de tiempo y esfuerzo para más adelante.

– Demostrar integridad personal: la falta de integridad personal puede socavar casi cualquier otro esfuerzo tendiente a crear grandes cuantas de confianza. La integridad incluye veracidad, pero va más allá de ella. La integridad consiste en adecuar  nuestras palabras a la realidad; es decir, en mantener las promesas y satisfacer las expectativas.

– Disculparse sinceramente cuando realiza un reintegro: se necesita mucha fuerza de carácter para disculparse con rapidez, de todo corazón y no de maña gana. Para constituirse como depósito, la disculpa tiene que ser sincera. Y tiene que percibirse como sincera.

En cada nueva relación que establecemos, abrimos una cuenta bancaria emocional, como una cuenta financiera. Se hacen depósitos y se retiran fondos; cuando los retiros superan a los depósitos, la cuenta da por resultado números rojos. Una importante diferencia entre los dos tipos de cuentas es que las relaciones humanas requieren de pequeños depósitos constantes para mantener el equilibrio.

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Liderazgo 2.0

En la «Era de la Colaboración», en la era de la Web 2.0, en la que se ha producido una impensada revolución en el ámbito de las comunicaciones y del trabajo con otros, es necesario, más diría, imprescindible reflexionar y replantearnos el trato con los demás y nuestro rol de gobierno.

En particular en relación a las nuevas tecnologías. Éstas ya no son una alternativa, son una obligación. Obligación que viene en nuestra ayuda, sin dudas, pero obligación al fin, ya que debemos adaptarnos a ellas y aprender un nuevo lenguaje.

Sirva esta presentación excelente que elaboró José Cabrera y que comparte con todos, para ayudarnos a pensar los desafíos de un tiempo nuevo para gobernar y trabajar.

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Cuestión de actitud

Las mudanzas son siempre motivo de reencuentro con aquellos libros llenos de polvo que hace rato no consultamos, momento de orden donde uno encuentra aquello que hace tanto había buscado, o donde nos topamos con cosas que ni siquiera éramos conscientes de conservar aún, o de haber tenido alguna vez. En eso me encuentro… preparando una mudanza. Y me topé con un artículo que no sé de dónde ni cuándo lo obtuve… pero que me pareció muy adecuado para compartirles. Un artículo, con muchos mensajes… pero mejor, los dejo leyendo y reflexionando a cada uno individualmente. Por suerte, conserva la fuente: es un fragmento de un artículo de Carlos Guido Montini (quien para serles sinceros, no conozco ni de nombre e intenté conocer algo de él por internet y no tuve suerte). En fin, a mí me hizo reflexionar, y confío en que a ustedes puede servirles tambien. A disfrutar de la lectura!

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La fuerza de las percepciones

Nuestra visión de los eventos del día a día, respecto de las personas y los acontecimientos, es teñida por nuestras convicciones internas. Esto no quiere decir que no haya una realidad en sí misma allí fuera, que es y será, más allá de la visión que yo logre de ella. Pero, ¿qué es lo que hace que algo que es correcto para mí, sea erróneo para otros? Nuestro héroe es el enemigo de otra persona. Nuestra solución a un problema resulta una complicación adicional al problema a los ojos de otro.

Probablemente muchos de ustedes ya hayan compartido la imagen que copio a continuación en algún taller o seminario… o simplemente navegando por internet o leyendo un libro. Me sirve como ejemplo práctico a lo que quiero contarles. ¿Qué es lo que ven en esta imagen? No puedo escuchar sus respuestas ahora, pero he compartido la misma imagen en diversos talleres, clases, seminarios y presentaciones. El resultado es siempre el mismo: no todos tenemos la misma visión, de una misma y única imagen. Muchos ven a la joven dama con actitud altiva. Otros, la anciana. En un primer instante suelen generarse discusiones, cada uno defendiendo lo que está viendo. Después de un período de comunicación inútil, una u otra persona señalará el collar de la dama, mientras que otro afirmaría: «No, ¡esa es la boca de la anciana!» Sigue leyendo

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