La Teoría de las ventanas rotas es una teoría sobre el contagio de las conductas inmorales o incívicas. Algunos se la atribuyen al psicólogo de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo (1969).
Según se cuenta el Prof. Zimbardo realizó un experimento urbano que consistió en abandonar un coche en las descuidadas calles del Bronx de Nueva York, con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. Al parecer a los pocos minutos empezaron a robar sus componentes; a los tres días no quedaba nada de valor, y llamativamente también comenzaron a destrozar el vehículo abandonado.
El experimento tenía una segunda parte: se abandonó otro coche, en parecidas condiciones, en un barrio rico de Palo Alto, California. No pasó nada. Durante una semana, el coche siguió intacto.
Entonces, los investigadores decidieron dar un paso más, y rompieron algunas partes de la carrocería con un martillo. Al cabo de unos días el coche estaba tan destrozado como el del Bronx.
Este experimento es el que dio lugar a la Teoría de las ventanas rotas, elaborada por James Wilson y George Kelling y expuesta en el libro «Arreglando Ventanas Rotas: Restaurando el Orden y Reduciendo el Crimen en Nuestras Comunidades» (University of California Press, 1990).
¿Qué conclusión se sigue del experimento del investigador de Stanford, y qué sostiene esta ya famosa teoría? Que la «ventana rota» envía un mensaje: aquí no hay nadie que cuide de esto.
Esta teoría bien podría aplicarse, por ejemplo, a la gestión y a la administración de las organizaciones. El mensaje es claro: una vez que se empiezan a dejar de respetar los valores y se descuida el diseño dinámico institucional por parte de los que llevan adelante la dirección de la empresa, comienza a operar una suerte de desgaste multi-nivel y tanto el orden como la comunidad que la sostienen, comienzan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente.
Las conductas despreciables se contagian. Si en una empresa se descuidan algunos comportamientos éticos, particularmente por parte de los supervisores, el ambiente se deteriora a una escala que no suele ser percibida por estos. Si se miente a los empleados o se los trata con indiferencia, o cuando se deja que cunda el secretismo y el «radio pasillo»; si se hacen laxas las normas de seguridad e higiene en el trabajo o la calidad del producto o del servicio que se brinda o se trata a las personas con menos respeto… la organización comienza a llenarse de ventanas rotas y la decadencia queda asegurada.